Textos / El proyecto

¿Cuál realidad? Interacciones en la frontera sur de México que proyectan una práctica de creación artística.

“–Minino de Cheshire –empezó algo tímidamente, pues no estaba del todo segura de que le fuera a gustar el cariñoso tratamiento; pero el gato siguió sonriendo más y más. << ¡Vaya! Parece que le va gustando>>, pensó Alicia y continuó –: ¿Me podrás indicar, por favor, hacia dónde tengo que ir desde aquí? –Eso depende de adónde quieras llegar –contestó el Gato”.
Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas.

La investigación tiene como objetivo una forma particular de producción que se despliega en el campo de las artes visuales a la que se nombrará como ‘práctica artística’. El motivo para la elección de este término radica en que es el más próximo a una connotación procesual, que es indispensable destacar para el objetivo de la presente argumentación, debido a que parte de acciones y experiencias concretas.
Esta forma de producción se despliega como práctica de indagación e interacción en determinados ámbitos sociales y culturales.  El área de estudio seleccionado tiene las siguientes características: es un campo geográfico y social ajeno a quien investiga y tiene un límite territorial entre dos países, es decir es una franja fronteriza.
El fin de este proyecto es generar por un lado una serie de intervenciones en sitio, piezas artísticas y documentos entre otros productos,  que describirán parcial y subjetivamente prácticas sociales, fenómenos, lugares, relaciones con personas y acontecimientos. Lo que se produzca en el sitio es decir las esculturas públicas o intervenciones estarán construidos con objetos y/o procesos que funcionen simbólicamente para los grupos o habitantes de la zona y en colaboración con ellos: objetos útiles para el trabajo, procesos de transformación de materiales, técnicas de fabricación artesanal, ropa donaciones, etc.
Por otro lado se busca reflexionar acerca del porque las fronteras no sólo son lo que delimita el fin o el principio de los territorios de  estados nacionales, sino que son creadas para producir simbólicamente las diferencias entre las personas con el fin de excluir y desestimar grupos sociales por medio de la acentuación de aquello en lo que no son iguales. Y, ¿qué es lo que se genera con esto? Racismo entendido en su versión mas actualizada: racismo étnico, de género, religioso, entre otros.
La indagación que el proyecto se propone a través de una búsqueda del espacio fronterizo del sur de México, gira en torno a dos ideas centrales. La primera  es indagar el espacio fronterizo compartido por México y Guatemala en diversas ciudades y  pasos de cruce o puentes, tanto oficiales como alternos con la intención de argumentar que las zonas fronterizas es decir  los espacios geopolíticos que delimitan el territorio de un estado-nación son un repertorio visible de la movilidad de personas, cosas y acontecimientos y que estas prácticas permanecen a pesar de ser supuestamente sancionadas y consideradas como fuera de las normas legales que rigen los estados nacionales.
La paradoja radica en este ‘supuesto’ estado de ilegalidad que es sancionado pero al mismo tiempo producido y solapado. El trafico de  personas, drogas, armas, gasolina, y las diversas formas  que adoptan para llevarlo a cabo de una frontera a otra son producto y consecuencia del régimen de ‘diferencias’ económicas, étnicas, de género, religiosas que son reproducidas por el sistema hegemónico capitalista.
La segunda idea central radica en la intención de demostrar que en coyunturas determinadas es necesaria la revisión de la pertinencia y vigencia de  algunos conceptos como arte, conocimiento, proceso y  práctica. Para partir de las definiciones  convencionales hacia otras que se ajusten al  momento singular en el que se vive, esto con el fin de que la producción simbólica  pueda proveer sentido y significación, es decir ayude a construir nuevas versiones, nuevas realidades.
Pensar el arte como una práctica, con las implicaciones procesuales que esto tiene, exige la maniobra de replantear la pertinencia tanto de la forma de producción artística, como de los formatos de los objetos producidos y sus reflexiones. Es preciso preguntarse sí lo que en determinadas condiciones de existencia se definió y se define como ‘arte’  tiene vigencia o tiene que ser proyectado desde la particularidad de cada ejercicio o práctica y cada vez que alguien se propone hacer algo desde este campo. La pertinencia de cómo y para qué producir el sentido desde la singularidad de quién ejecuta la práctica artística. Volver a pensar implica aventurarse, porque el conocimiento nunca está pre-asignado sino siempre por construirse; por lo que suponer el arte como una práctica, implica incluir como parte de la investigación la observación de  los acontecimientos que la han generado, es decir, que han determinado la forma final que ha adquirido, esta es la razón por la que se incluye como parte del proyecto artístico una documentación que describe las experiencias que determinaron la forma artística. Un ‘acontecimiento’ resulta de aquello que ha tenido un efecto transformacional (a partir de lecturas, personas, teorías, eventos, imágenes), los acontecimientos son por tanto, aquellas experiencias que constituyen el proceso de creación de sí mismo y el método mediante el cual procede.
La creación no solo está presente en el resultados de la práctica o las concreciones materiales de la  misma, sino también, y lo que se considera más importante, en la creación de la propia subjetividad que permite des-sujetarse y convertirse en el agente de sí mismo.
En este caso, el arte en tanto  práctica se sustenta bajo el amparo del paradigma de la estética.  Y en este sentido la intención es fundamentar que la experiencia sensible provoca que el individuo decida construir su propia experiencia y con ello su subjetividad. La  práctica artística encuentra su pertinencia en el proceso de búsqueda de sentido desde la singularidad de quién la ejecuta, esto implica  a su vez que no es el único, por ello en este caso su emplazamiento no es desde la definición estabilizada de arte, su delimitación  institucional, sino desde la experiencia estética misma.  La intención es  mostrar cómo provocar el abandono de los lugares seguros, estables o definidos puede ser el punto de partida para ir en pos de una búsqueda concreta que tendría al cuerpo como mecanismo del pensamiento y de la experiencia concreta, debido a que este es el órgano de percepción que vincula la sensación y el conocimiento.
La búsqueda de sentido es un emprendimiento siempre nuevo. Este no existe por sí mismo sino que debe de ser construido y mantiene una conexión con el devenir, es decir que es posible la existencia de aquello no pensado (Deleuze 25). El sentido no solo se implica a sí mismo, comprende también aquello que no se muestra (Deleuze 25), pondera  un ejercicio concreto que provoca la experiencia y el acontecimiento para la proyección de este acto. Ejecutar esta práctica artística supone la experiencia concreta, y algo más porque es voluntariamente provocada a sabiendas de que es la única forma de encontrar sentido.
Este punto de vista -el  querer encontrar el sentido de una práctica artística- es producido  por entenderlo desde la institución  del arte y de su funcionamiento, la cual incluye artistas, discursos, definiciones, museos, mercado entre muchos otros. Sería imposible  no partir de ahí, pues precisamente ese contexto el que provoca la necesidad de replantear el sentido y la pertinencia de esta práctica.
Sin embargo, la reflexión no sólo gira  en torno al arte y a su forma de proceder. Esto al igual que otras muchas instituciones  humanas como el estado, las academias, las diferentes disciplinas del conocimiento, es decir lo que constituye la episteme del sistema capitalista en su búsqueda de reproducción y legitimación, se ha encargado de neutralizar la experiencia sensible. El cuerpo es segmentado en dualidades: cuerpo- alma, razón-sentimiento, real-imaginario, por lo que la experiencia se vuelve incorpórea.
El sujeto humano literalmente está sujetado por el sistema capitalista, su cuerpo es fuerza de trabajo, no puede pensar en la posibilidad de ‘ser’  porque está emplazado en el ‘deber ser’. No siempre fue (es) así y muestra de ello son algunas sociedades o grupos que perviven en sus propios sistemas ancestrales entre ellos algunos grupos en Brasil, África y comunidades indígenas en América, mundos más allá de las estructuras políticas y sociales de la modernidad. Para estos grupos  el conocimiento está ligado con una forma de existencia en la que la religiosidad no está separada de la resolución material de la vida.
El humano occidental se define a sí mismo como ‘un ser’ y ¿qué es un ser?, una entidad abstracta de la que se tiene que hacer una imagen y un campo de conocimientos mentales, es decir, deviene él mismo en su objeto de reflexión. Se aísla para entenderse, para construir el saber y demarcar sus fronteras abducido de las demás formas vivas con las que coexiste. Por medio de este ejercicio se legitima, atrinchera  su homogeneidad con otros ‘iguales’ en un nicho de poder, marginando todo lo diferente. Hace de su homogeneidad  una norma y todo lo que no está en este parámetro es desviado, loco, raro, y por tanto susceptible de exclusión. Se pueden adjudicar aquí todas las denominaciones que se han hecho para nombrar lo que no es normal o en su justa nominación, lo que no está normalizado.
Esto para Foucault se inicia con la creación del ser humano como un apriori histórico:
“Este hecho –no se trata para nada allí de la esencia general del hombre, sino pura y simplemente de este apriori histórico que, desde el siglo XIX, sirve de suelo casi evidente a nuestro pensamiento–, este hecho es sin duda decisivo para la posición que debe darse a las ‘ciencias humanas’, a este cuerpo de conocimientos (pero quizá esta palabra sea demasiado fuerte: digamos, para ser aún más neutros, a este conjunto de discursos) que toma por objeto al hombre en lo que tiene de empírico”. (Foucault, Las palabras… 334)
Es desde aquí que se puede considerar el sentido como la acción de pensar. No desde la idea de reflexión, sino desde un ejercicio constructivista que nos impulsa a sospechar que es posible pensar de otra forma y por paradójico que parezca, de una manera no normalizada: “¿Y si no consiste, en vez de legitimar lo que ya se sabe, en emprender el saber cómo y hasta dónde sería posible pensar distinto?” (Foucault, Historia de la sexualidad II…12).
El sentido por tanto opera implícitamente y es un proceso en constante transformación. Los acontecimientos (eventos, personas, lecturas, y demás) funcionan como dispositivos de mutación continua y conlleva el pensar cómo y porqué se transforman y con qué hacen un entramado significativo.
Un proceso que se desenvuelve en lo concreto  implica que la experiencia que esta por construirse va a tener al cuerpo como instrumento para la acción y en el cuerpo los campos interactúan, es decir no hay una separación de la sensorialidad,  el cuerpo siente: ríe, goza, sufre, el cuerpo piensa y conoce, por medio de él se consumen los discursos,  o no, por medio de él se puede plantear este pensar de otra forma. Todo lo cual es un  movimiento que implica partir de un territorio seguro para aventurarse y construir la fuga,  el tránsito de un cuerpo, una marca borrosa que lleva implícito el pensar concretamente, en este caso, la creación radica en esta acción.
Pensar desde el cuerpo es pensar desde los acontecimientos, todo lo demás es un efecto determinista. De esta forma se desplaza la reflexión y en su lugar se instala el proceso concreto. Desde aquí pensar no es reflexionar. Pensar es accionar, actuar y la práctica es el resultado del acontecimiento. Para Deleuze esta es la aventura del filósofo, sin embargo en este plano el pensar no es exclusivo de una disciplina, es la tarea de construir la aventura que implica la voluntad individual y que cambia la forma de conocer.  Desde lo concreto no hay lugar propio. Esta es la aventura de pensar.
Para esta aventura es necesario trazar una ruta de viaje y cargar con lo necesario para él. Esta frase implica dos configuraciones del plan. Esto no indica que una sea antes que otra o que una sea más importante que otra. Las dos configuraciones son distintas. Una es el recorrido que solo trazará puntos en el mapa. La otra es la que los une, los proyecta o bifurca. Ambas son procesos, ambas son mutables, ambas son el plan que ha sido dispuesto para provocar situaciones, eventualidades, accidentes, encuentros o desencuentros. El proceso que nos interesa es aquel que muta y que tiene la capacidad de transformar. Lo corpóreo siempre tiene la posibilidad de seguir cambiando.
El proceso por tanto es aquel capaz de suscitar acontecimientos; estos no son fortuitos sino que son provocados pero nunca controlados. Se tiene de ellos una visión borrosa, nunca precisa. Esta es la razón por la que se propone un viaje en el que planear es puntear el mapa, saber cuál es el bagaje que hay que llevar. La disposición de extenderlo o dilatarlo es la línea de fuga que puede ser modificada a partir del recorrido que se está construyendo.
¿Cómo podríamos describir esta práctica?  Los movimientos por medio de los cuales se deja de estar sujeto o de ser sujeto. ¿Y, si no se es sujeto que se es? Un cuerpo desplegándose, que siempre puede ser lo que desee. Más que en lo que ‘debe’ ser, el acicate  radica en ser (no en ‘el ser’).
Esta práctica también implica la experimentación porque el plan se produce para hacer que algo suceda, que se efectúe una transformación por medio de las lecturas y el campo de búsqueda.
Los cuestionamientos giran en torno a ¿Qué se ha suprimido? ¿Qué no se dice? Y ¿por qué? ¿Cuales son los otros lados de la moneda? ¿De qué forma podemos formular una des-subjetivación? El plan está en proceso de ser trazado y más que respuestas lo que se busca son las paradojas de un sistema y describirlas por medio de imágenes e intervenciones artísticas.
“Algo va a pasar, algo está pasando ya. Pero no hay que confundir lo que pasa sobre el CsO y la manera de hacerse uno. No obstante una cosa está incluida en la otra. De ahí las dos fases enunciadas en la carta precedente. ¿Por qué dos fases perfectamente diferenciadas, cuando en los dos casos se trata de lo mismo, de cosidos y de latigazos? Una es para la fabricación del CsO, otra para hacer circular, pasar algo; los mismos procedimientos presiden las dos fases, pero necesitan ser reemprendidos, emprendidos dos veces”. (Deleuze y Guattari, Mil mesetas 157)
Y, ¿Qué lugar juega el cuerpo en este proceso? El cuerpo es el órgano sensorial que sirve como extremidad de un cuerpo más extenso que percibe y que se mueve en el mundo. Este está conectado con las demás formas vitales o activará las no vitales. “El cuerpo no es más que un conjunto de válvulas, cámaras, esclusas, recipientes o vasos comunicantes: un nombre propio para cada uno, un poblamiento del CsO, Metrópolis, que hay que manejar con látigo. ¿Qué puebla, qué pasa y qué bloquea?” (Deleuze y Guattari, Mil mesetas 158).
El cuerpo es el instrumento de la práctica concreta, es el que dimensiona, proyecta las transformaciones, porque experimenta el placer que le da ser la unidad de la sensorialidad y al mismo tiempo su visibilidad. El cuerpo se mueve y se transforma, es la evidencia de una vida, es testimonio del espacio y  el  tiempo. Es también el cuerpo lo que se sujeta, se fija, se normaliza o no.
La tarea es saber cómo se comporta tal o cual estructura, saber por dónde se abre un hueco para accionar.

“Conectar, conjugar, continuar: todo un ‘diagrama’ frente a los programas todavía significantes y subjetivos. Estamos en una formación social: Ver en primer lugar como está estratificada para nosotros, en nosotros, en el lugar dónde nos encontramos; luego, remontar de los estratos al agenciamiento más profundo en el que estamos incluidos; hacer bascular el agenciamiento suavemente, hacerlo pasar del lado del plan de consistencia. Solo ahí el CsO se revela como lo que es, conexión de deseos, conjunción de flujos, continuum de intensidades”. (Deleuze y Guattari, Mil mesetas 166)
El cuestionamiento constante por la pertinencia de este proyecto de investigación artística gira  en torno a la vigencia de la definición de arte como institución humana y a su potencial transformador.
El replanteamiento que se puede hacer, radica en proponer el arte como una práctica proyectado desde la singularidad, porque este es el modo en el que se puede construir el sentido. Pero ¿Por qué el arte y no otro tipo de práctica?
La respuesta radica en la afirmación de que la creación provee de una experiencia sensible que efectúa cambios y que puede ser una alternativa por medio de la cual el individuo se hace cargo de la construcción de su subjetividad. La tarea ya no radica en resistir, las resistencias como todo han sido subsumidas por el sistema capitalista. La labor implica la voluntad individual de construir las propias experiencias que puedan tener efectos de cambio.
Los medios masivos, las industrias transnacionales, el estado y otros más, suministran identidad, afectos, cosas, este es su fin, sin el consumo de esto el sistema se desmorona. El sistema capitalista no solo es económico, es un sistema total de vida que requiere de los cuerpos, estos son su fuerza de trabajo y su garantía de supervivencia, estos son los que consumen lo producido. El panorama no es halagador, no existe la posibilidad de estar fuera.
Sin embargo ahí en los pliegues, aquellos lugares de visibilidad limitada, en las prácticas de invención de los cotidiano definidas por Michel De Certeau (399), se afirma que todavía y a pesar de, existe la posibilidad de autopoiesis, de una autoconstrucción subjetiva.
La creación según Guattari no es monopolio del arte, ni de los artistas (130), es el ejercicio de construir la propia vida, mediante la provocación de las experiencias. Experimentar, enunciar: el proceso de pensar y narrar. Alejándose de los lugares en dónde se identifica y clasifica, en donde la subjetividad puede ser liberada de la norma. “De lo que se trata es de liberar la vida allí dónde está cautiva, o de intentarlo en un cierto combate” (Deleuze y Guattari, Que es… 173).
Y es que la experiencia estética es la que puede accionar en este terreno, huidizo. Y es desde este mismo terreno que se propone sustentar esta investigación para alejarse del terreno institucional del arte.
La creación, las prácticas artísticas efectúan una producción de afectos y perceptos (Guattari 124), es decir bloques de sensaciones. “Lo que se conserva, la cosa o la obra de arte, es un bloque de sensaciones, es decir un compuesto de perceptos y de afectos” (Deleuze y Guattari, Que es… 164). La creación, tiene como materia prima las sensaciones: “Se pinta, se esculpe, se compone, se escribe con sensaciones. Se pintan, se esculpen, se componen, se escriben sensaciones” (Deleuze y Guattari, Que es… 167). El paradigma estético que define Guattari es proyectado desde la creación como potencia, siempre en emergencia: “[…] una duración eternitaria escapa a la alternativa recuerdo-olvido y habita con intensidad pasmosa el afecto de la subjetividad territorializada” (125). Esta creación es un espacio de conformación no sesgada, es total: “[…] se encuentra en una postura que podemos calificar de globalmente estetizada” (Guattari 125-126).
Este paradigma estético sostiene Guattari se constituye como heterogéneo: “[…] sobre la manera de ser, la maquinación para hacer existente, las praxis generadoras de heterogeneidad y de complejidad” (Guattari 134).
Cualquier emprendimiento que implique la creación, implica también la sensibilidad. La escritura de un libro está clausurada hasta que en el ejercicio del lector se activa. Algunos textos activan una necesidad racional, otros como los aquí trabajados activan una necesidad afectiva, funcionan en el campo de las sensaciones. Es por ello que para este proyecto no hay una separación o jerarquización de niveles tanto leer y escribir, como investigar en el campo o interactuar con otras personas tienen la misma capacidad y potencia. Aquella que provee de una experiencia sensible.
Pueden cambiar los objetos de conocimiento y las herramientas es decir los vocabularios, las formas de enunciar. Sin embargo las sensaciones, la forma en la que el cuerpo percibe perdura a través del tiempo. Es aquello que invoca la obra de arte o los procesos de creación.

Marcela Quiroga Garza.
Cholula, abril de 2011

Bibliografía
Deleuze, Gilles. Lógica del sentido. Trad. Miguel Morey y Victor Molina. Barcelona: Ed. Paidós, 2005. Impreso.
Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. Mil mesetas capitalismo y esquizofrenia. Trad. José Vázquez Pérez y Umbelina Larraceleta. Valencia: Pre-textos, 2002. Impreso.
Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. ¿Qué es la filosofía? Trad. Thomas Kauf. Barcelona: Anagrama, 1993.
De Certeau, Michel, De las prácticas cotidianas de oposición, en: Modos de hacer: Arte crítico, esfera pública y acción directa, Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2001. Impreso.
Guattari, Félix. Caosmosis. Trad: Irene Agoff. Buenos Aires: Manantial, 1996. Impreso.
Foucault, Michel. Historia de la sexualidad I la voluntad de saber. Trad. Ulises Guinazu. México: Siglo XXI editores, 2007. Impreso.
—.Las palabras y las cosas una arqueología de las ciencias humanas. Trad. Elsa Cecilia Frost. México: Siglo XXI editores, 1971. Impreso.