Textos / Conexiones

 

1º de enero de 2012:
El cálculo que hace la computadora de la camioneta suma 99 horas con 37 minutos, 48 segundos y 8634.4 km desde el inicio del proyecto de creación e investigación en la frontera del sur de México en los estados de Chiapas, Tabasco y Quintana Roo a finales del 2010.

El contraste es espeluznante, después de recorrer México de norte a sur por la carretera central no se necesita ser científico ni meteorólogo para observar que algo ocurre con el medio ambiente. La devastación por la sequía deja por un lado el paisaje en tonos café y dorado y por otro lado una efervescencia verde como resultado de las lluvias e inundaciones.
Una parte del viaje estuvo atestada de animales muertos a la orilla de la carretera vacas, burros, caballos. Posiblemente esto para cualquier otra persona no sería significativo y en un primer momento para mi tampoco lo fue (dejando de lado el sentimiento que puede provocar ver un caballo muerto) sino es por la comparación que forzosamente tuve que hacer al ir atravesando el país.

Este texto es parte de una serie de entregas en las que trataré de describir lugares, ciudades y puntos de encuentro que atravesé para llegar a los cruces fronterizos del sur de México.

Tapachula, Ciudad Hidalgo y Tecún Uman:

Se escuchan tantas cosas de la ciudad de Tapachula, pero las que me interesaban y las que motivaron el proyecto en el que trabajo actualmente, tienen como antecedente las narraciones hechas por migrantes acerca de sus travesías y aventuras,  desde que partían de alguna ciudad o pueblo en Centroamérica hasta llegar a la ciudad norteña de Nuevo Laredo, en la también llamada la frontera chica de México con Estados Unidos.

El nombrar travesías y aventuras  a los viajes de los inmigrantes tiene la intención de contrarrestar el efecto <<cliché>> suministrado por los medios masivos y el Estado, que nos presenta la imagen  del migrante sufriente, la cual es utilizada para publicitar la “bondad” de los sistemas hegemónicos que  pretenden dar representatividad (una voz a los que no la tienen)  e intentar reivindicar lo que de por si es considerado (en el juego de las polaridades bueno-malo, etc.)  como ilegal, delincuente.  Ya  nombrado como tal no existe la posibilidad de no serlo.

Desde esta perspectiva y sin minimizar los agravios que en su recorrido sufren de parte de delincuentes con o sin uniforme (policías de todas las corporaciones, criminales, etc.)se puede hablar de la voluntad que los motiva y les da una especie de alegría de vida, se podría decir <<vitalidad>>  que no es muy común encontrar por ejemplo en alguien acomodado perfectamente en un país estable, con un trabajo estable y una vida entre comillas <<realizada>>.

La primera impresión del camino hacia Tapachula se tiene por una especie de horizonte de color verde fosforescente y series interminables de árboles de mango.

Es recurrente la mención de esta ciudad por varias razones una de las mas importantes es que es la  mas grande y cercana con la también llamada <<la Tijuanita del sur>> Tecun Uman en Guatemala.
En algún tiempo la red ferroviaria atravesaba Tapachula, las personas se sentaban a refrescarse en los pórticos  de sus casas para ver pasar a los migrantes y ofrecerles  gratis o a la venta productos para su viaje. Esto ocurría hasta que en 2005 cruzo por allí el huracán Stan que a su paso dejó innumerables daños y al menos 2000 muertos.

El calor no baja de 40 grados centígrados y su cercanía con el Océano pacífico (solo 30 km) la vuelven una pequeña jungla semiurbana en la que estar en el exterior es escurrir sudor sin parar, es como un baño sauna intenso y cotidiano. Como otras ciudades fronterizas en Tapachula parece haber una acomodo al movimiento, esa  seguridad (o inseguridad) que da el saberse de paso. Paradójicamente si hay movimiento no hay acomodo.

La gente del hotel me contactó con quién sería clave en el proceso de mapeo de Tapachula, Ciudad Hidalgo y Tecún Uman. El sr. Fredy es taxista (hasta ese momento)  le propongo que para iniciar el trayecto vayamos a la frontera, hago una pregunta obligada –¿deberé llevar pasaporte? y su respuesta es contundente,
–aquí la matarían para quitarle ese documento, solo lleve su credencial de elector.

Nunca mencioné (ni a la gente del hotel ni al taxista) cuál era el propósito de mi estancia en la ciudad, asumían que era turista, a pesar de que no era nada común encontrar turistas en Tapachula.

Robert Shadow (conocido etnólogo y asesor de este proyecto) dijo en alguna ocasión que en los procesos de investigación de campo no existen las casualidades, siempre hay una razón más o menos evidente para los acontecimientos. Hago mención a esto para contextualizar lo siguiente.

En el trayecto (37 km.) sigue predominando el color verde y hectáreas interminables de platanares, el rumbo es con dirección a la costa. Al llegar Sr. Fredy busca un lugar,  que le diera confianza para estacionar el taxi, mencionando que se veía mucho movimiento y que sí esto era normal,  pero en ese momento le parecía exagerado.

Después propone caminar al puente aduanal <<oficial>> yo le sigo el paso sospechando a que se refería. En ningún paso  fronterizo (no digamos aeropuertos) es permitido el uso de cámaras fotográficas  o de video por cuestiones de seguridad (regla que no he cumplido ni cumplo) esta aduana no es la excepción el agente migratorio me hace un comentario –no puede grabar pa’ este lado– todo lo que quiera para el otro– haciendo con su mano el señalamiento a Guatemala.
En una ventanilla otro agente de migración nos pide las credenciales, anota nuestros nombres y nos indica que el documento que nos entregará es indispensable devolverlo al entrar de regreso a México.

El Sr. Fredy sugiere que cambie $200 pesos por si algo llegara a ofrecerse en nuestra corta estancia en Guatemala y para pagar el peaje aduanal. El acoso por parte de los cambistas que andan en la calle  es abrumador, de por si las aduanas  ejercen una presión que recae directamente en el sistema nervioso, ver a una docena de señores con fajos de dinero es simplemente sospechoso y más aún cuando mi acompañante los saluda a todos.

Es de llamar la atención que el valor del quetzal (peso guatemalteco) es mayor que el peso mexicano en ese momento me dieron por $200 pesos un aproximado de 120 quetzales

Nos dirigimos hacia  los taxis-triciclo que nos cobra 5 quetzales para atravesar el enorme puente sobre el también enorme y desbordado río Suchiate. Se detiene y bajamos.

Cuál sería mi sorpresa al voltear la mirada hacia uno de los lados del río y ver aquel trajín de personas  y cosas montadas en balsas hechas con cámaras de llantas industriales en un paso alterno, a nivel del río y a no mas de 200 metros del puente aduanal oficial. Entendía ya a que se refería anteriormente mi apreciado guía.

Ya al entrar a Guatemala nos cobran 10 quetzales a cada uno e iniciamos el recorrido por Tecún Uman sobre la calle que bordea el río, con dirección al paso fronterizo alterno.
La percepción inmediata de esta ciudad me la dan dos cosas relacionadas a la seguridad. La primera es la forma en que las enormes casas  (de hasta cuatro pisos) están aseguradas. Los balcones tienen enrejado de piso a techo  no hay forma de escaparse o meterse. En Tapachula también se ven este tipo de enrejados pero no tan consistentemente como en Tecún como se le llama coloquialmente.
La segunda son los automóviles que tienen todos sus vidrios (hasta el frontal) polarizados con un plástico que no permite  a los afuera ver hacia el interior del auto.

El paso fronterizo alterno está rodeado por un mercado instalado en el atrio de la iglesia principal de la ciudad. El visible intercambio cultural entre estas dos orillas rivereñas confirma que no existe una distinción nacional porque esta es artificialmente impuesta, existen dos lados de un río y para cruzarlo se adapta cierto instrumental tecnológico.

Entre la multitud hicimos paso para tomar una de estas balsas, dimos un total de seis vueltas. Regresamos a México por esta vía, sin devolver  el documento que teníamos que entregar.

Marcela Quiroga Garza
Enero 2012